El desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer es tan estúpido, tan torpe, tan inútil, que cuando cometen una villanía son capaces de conseguir un resultado beneficioso para el resto de los españoles.
Se suponía que la ampliación del
aeropuerto de Barcelona (que acabo de enterarme de que lleva el nombre de uno de los pocos políticos catalanes de izquierdas verdaderamente decente, presentes o pasados: don José Tarradellas)era una concesión a las fuerzas secesionistas, un intento
de aplacar sus ansias separatistas por el viejo remedio, nunca bastante, nunca
suficiente, de darles dinero para que se callen un rato más y sean otros los
que tengan que bregar con ellos (algo que, por otra parte, choca con la voluntad
indisimulada de los mandatarios socialistas de perpetuarse en el poder, puesto
que a todos les encanta hacer planes a décadas vista).
Pero hete aquí que ha producido
un efecto, si no opuesto, sí diferente. Porque lo que ha conseguido es provocar una fractura tanto en el conglomerado (iba a poner bloque, pero es que son
cualquier cosa menos algo monolítico; mientras que la palabra empleada se
relaciona con la idea de un totum revolutum argamasado por el ansia de
poder) secesionista como en el propio equipo de gobierno municipal de la bruja
Piruja, una mamarracha sin más ideología que mantenerse en el machito.
Si mañana le aseguraran que haciéndose del Opus (por decir lo primer que me viene a la cabeza) es alcaldesa veinte años más, estoy seguro de que se hacía en menos que canta un gallo.
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