Esta novela me ha suscitado una serie de pensamientos, casi todos de índole personal. Paso a desarrollarlos, en la medida en que sea capaz (como suele pasar, mi mente va más rápido que mis dedos, por lo que a veces hay cosas que se quedan en un pensamiento nebuloso, sin llegar a articularse de un modo concreto y definido.
La primera idea es que cada vez
que me pregunto por qué me gusta leer y si me seguirá gustando -suele pasar
después de haber leído algo que no es un libro, como en este caso (era el
ejemplar del mes de Muy interesante, revista que cada vez hace honor en
menor medida a su título, al menos por lo que a mí respecta)- tropiezo con un
libro que vuelve a engancharme. Este es uno de ellos, por si hiciera falta
aclararlo. Es un libro que combina de un modo equilibrado las partes graciosas
y las más serias, que tiene alguna que otra sorpresa (aunque, mirando retrospectivamente,
hay pistas si uno sabe verlas) y que, como me ocurrió con Full Monty, percibo
que tiene niveles de lectura más allá del mero entretenimiento; en este caso, cuando
se pone metafisico, metafórico o metanfetamínico (por lo onírico, fantasioso y
delirante): aceptarse a uno mismo, dedicarse a lo que a uno le gusta, y hacer
las paces con tu pasado y con tus mayores (suponiendo que sea necesario; a Dios
gracias, creo que no es mi caso).
La segunda, que igual que hay
libros que cuando llega la hora de leerlos no sé por qué compré, éste sí que sé
de dónde salió: de American gods, naturalmente. Igual que Mitos nórdicos ha surgido de ésta, revisando la página de Wikipedia del autor (en inglés).
La tercera, y esta es probablemente
la más personal de todas (se verá), es que hay veces que el lector se da cuenta
(o tiene la impresión) de que el autor se lo ha pasado bien, ha disfrutado, se
ha divertido o llamémoslo como queramos, escribiendo una obra o partes de ella.
Mi sensación es que Gaiman ha disfrutado especialmente las partes divertidas
de la novela, si entendemos por tales esas en las que hace sufrir a
Gordo Charlie. Y digo que esta es la más personal de todas las ideas porque, a
una escala menor, sé de lo que hablo o, por decirlo de otra manera, a mí me ha
pasado lo mismo. Hace cosa de un cuarto de siglo participé en un fanfic
(nota para lectores desprevenidos: fanfic es la abreviatura -apócope,
habría que decir- de fanfiction, es decir, historias contadas por
aficionados a y en un mundo ficticio y preexistente… o no, ahora que lo pienso,
basta con que sea un mismo universo ficticio y que sean aficionados) ambientado
en el universo superheroico de Marvel (he buscado la página, pero la cosa
parece haber muerto definitivamente -llevaba tiempo languidenciendo- y
ya no está disponible). Algunas de las historias que escribí tenían la
intención de ser humorísticas, y recuerdo bien que disfruté escribiéndolas (las
otras, también), y también leyéndolas después (eh, si yo no me encuentro
gracioso…).
Y ya termino. Esta obra no es exactamente una continuación de American gods; podríamos decir que es un spin-off, siendo la ligazón el personaje de Anansi… aunque se pase muerto prácticamente toda la novela. Entretenida, ligera y amena, ha volado en apenas tres días.
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