Al paso que vamos, se promulgará la sedicente ley de memoria democrática y todavía no me hablé leído la de desmemoria histérica (hey, a la nueva podría llamarla de desmemoria antidemocrática). No es, como cabe suponer, una lectura que me atraiga, pero siento que tengo una cierta obligación de hacerlo para poder decir sí, me la he leído y es una $%& de norma. Opinión que, por supuesto, ya tengo antes de leerla, pero…
El engendro normativo de la
indocta egabrense avanza en la línea de división y sectarismo de la ley que
pretende corregir (para mal) y aumentar. Es casi una norma dirigida
exclusivamente contra una persona (Francisco Franco, Caudillo de España y
Generalísimo de los ejércitos, por mucho que les joda… que les jode, y mucho) y
todo lo que tenga que ver -en la mente del psicópata de la Moncloa y los
miembros del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer-
con él, desde la fundación que lleva su nombre (atentado contra la libertad de
opinión y de expresión) hasta la cruz del Valle de los Caídos (la más grande
del mundo), que no descartan demoler.
Cuando los gusanos hayan muerto por devorar sus restos hediondos (los del rojerío, digo), los hechos seguirán siendo los mismos: la izquierda provocó la guerra civil, y la izquierda la perdió.
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