Cualquiera que lea este blog de manera regular ya sabrá que servidor es, a falta de un término específico adecuado, climatoescéptico o negacionista del calentamiento global. Y ello por una serie de razones.
Para empezar, por quiénes lo
defienden: así en general, la izquierda, responsable de los mayores atentados
ecológicos de la Historia, de la desecación del mar de Aral a la presa de las
Tres Gargantas; pero también algunos individuos a título particular que, como
Albert Gore, no paran de alertar sobre lo que se nos viene encima mientras
viajan en reactor privado y viven en una mansión que consume tanta energía como
una ciudad pequeña.
Pero, por otra parte, hay datos
como los incendios que están asolando el Mediterráneo oriental, o el hecho de
que un pueblo en Canadá arda poco menos que espontáneamente. Lo que se da de
narices con el hecho de que para la primera ola de calor del verano
hayamos tenido que esperar a mediados de Agosto, cuando el estío está más de
salida que de entrada.
Lo que me lleva a pensar que quizá sí se está produciendo un cambio climático -lo cual viene a ser una redundancia, porque el clima es, por esencia, cambiante: en Mercurio, Venus o Plutón no hay clima, sólo un calor del infierno o un frío del carajo-, pero en el sentido de que, además de extremarse los fenómenos meteorológicos, quizá se estén dando la vuelta las estaciones, visto lo visto…
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