Cuando intervengo en una conversación sobre política -cosa que no suele ocurrir-, mis comentarios suelen ser casi siempre en el sentido de defender a la derecha y atacar a la izquierda. La persona con la que suelo mantener las conversaciones -sí, suele ser siempre la misma, y mis intervenciones suelen ir en el sentido de tocar las narices, es decir, tienden a ser desmesuradas- no se recata en señalar este sesgo en mi postura.
Sesgo que reconozco: soy parcial a favor de la derecha, y ello por varias razones. En primer lugar, como no me canso de repetir, ya se encargan los demás de criticar a la derecha y ensalzar a la izquierda. Luego está el hecho de que, siendo ecuánime, considero que la derecha ha hecho más cosas buenas que la izquierda, en el mundo en general y en España en particular.
Y para remate, ¡qué demonios!, soy de derechas: no iba a tirar piedras contra mi propio tejado.
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