Una de las cosas en las que son expertos los secesionistas catalanes es en la de echar balones fuera. Dejando aparte la metáfora fácil -ya se verá que no es casual, dado el tema de esta entrada-, ellos son -como dice de sí mismo en relación con la pandemia de la COVID-19 el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer- responsables de todo lo bueno, e inocentes de todo lo malo.
Lo malo, lo negativo, lo
perjudicial, es siempre culpa de otros. En su caso concreto, de España, así, en
general. Puestos a concretar, de Aznar, de Franco, de Felipe V o de los Reyes
Católicos, aunque uno de ellos fuera de Aragón.
Así, que el enano hormonado haya,
por fin, decidido abandonar el puticlub no sería culpa de la nefasta
gestión económica de las sucesivas directivas rojiazules, que han supeditado
todo a los caprichos de un jugador superlativo y determinante (eso nadie lo niega)
aunque se encuentre, por ley de vida, en la cuesta abajo de su carrera
deportiva, sino de… España. Los separatistas, además, piden que el Farça
deje la liga española.
En una cosa sí que tienen razón. Si
el Caudillo de España y generalísimo de los ejércitos no hubiera librado por
dos veces -dos- a la entidad barcelonesa de la quiebra (que, agradecida, le obsequió
con insignias no dos sino tres veces, por
más que ahora las hayan retirado), ésta ahora no existiría, puesto que
habría desaparecido hace medio siglo.
Así que, por una vez, estoy de acuerdo con ellos: Franco es culpable.
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