Dice un viejo refrán castellano que vuelve la burra al trigo. Dice otro, enunciado con perspectiva de género, que no se pueden enseñar trucos nuevos a perra vieja. Bueno, uno de los dos ha demostrado ser falible.
Hace unos días comenté cómo, en
un pregón de unas fiestas -pregón que ella no daba-, la alcaldesa de Barcelona,
la bruja Piruja, fue abucheada por el público, lo que provocó su llanto.
La sensibilidad propia exacerbada es una característica de esta gente, que da
toda la importancia a lo suyo y ninguna a lo ajeno (véase su sonrisa miserable
en el acto de homenaje a las víctimas del atentado islamista en las Ramblas,
hace unos años).
La susodicha ha vuelto a asistir a un pregón festivo. La susodicha ha vuelto a ser abucheada. La susodicha se ha abstenido de llorar. Será que esta vez no podía sacar rédito a sus lágrimas. Esta gente es así.
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