martes, 3 de agosto de 2021

Reflexiones atemporales LXII – Que no se quejen

Cuando un líder populista hispanoamericano -no empleo iberoamericano porque no me consta que los brasileños recurran a esta triquiñuela- alcanza el poder, es frecuente que le eche la culpa de todo lo malo que hay en su país a los malvados conquistadores españoles. Parecen olvidar que estuvimos allí unos trescientos años, y que llevan siendo independientes doscientos.

Quiero con esto decir que, en los dos siglos desde que los españoles del otro hemisferio dejaron de serlo -recordemos que los americanos eran tan españoles como los europeos, no en vano se hablaba de españoles de ambos hemisferios-, tiempo han tenido de enmendar los supuestos yerros que trajo la colonización.

Porque, al igual que los giliprogres patrios con el franquismo, sólo critican lo que les parece. No critican las universidades, los avances científicos, ¡la rueda!, todo lo que los españoles llevamos a América. Aparte que, como Salvador de Madariaga le dijo a alguno de aquellos líderes -he encontrado distintas versiones, en la que conozco era Fidel Castro-, no fueron nuestros antepasados los que (supuestamente) oprimieron a los indígenas, puesto que se quedaron en España; serían los de esos líderes, que cruzaron el charco.

Por otra parte, tiende a olvidarse la frialdad de los números: hay más indios y más mestizos al Sur del Río Grande que al Norte; y han alcanzado mayores cotas de poder hablando español que inglés o francés. Por eso, que un comunista peruano se descuelgue diciendo que

(…) durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía. Y esto fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples felipillos y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales

debería mover a risa -¿cuatro milenios y medio? Cuatro siglos y medio, y gracias-, si no fuera por la calamidad con sombrero que le acaba de caer al país con capital en Lima. En cuanto a las maneras de resolver sus problemas que tenían los incas quizá fueran menos drásticas que las de sus primos los aztecas, pero tampoco creo que les fueran demasiado a la zaga. Al fin y al cabo, se trataba de una monarquía absoluta.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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