En el año largo que llevamos conviviendo (declaradamente) con la pandemia de la Covid-19 hay una cadena, formada por tres eslabones, que se ha repetido sin variación una y otra vez.
Primero, la comunidad autónoma de
Madrid -metonimia: el consejo de gobierno de la misma- proponía una determinada
medida: cierre de los colegios, test en las farmacias, cierres perimetrales por
zonas… Segundo, la horda de izquierdas arremetía contra esas medidas,
tildándolas poco menos que de criminales. Tercero, una vez comprobada la
eficacia de las medidas tomadas en el rompeolas de las Españas, el resto de
comunidades y el propio desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer seguían el ejemplo de Isabel Díaz Ayuso.
Hace un par de días tuvimos un
nuevo ejemplo de esto que digo. Primero, la comunidad madrileña valoró suprimir la obligación de llevar mascarilla en espacios abiertos; después -para esto no
tengo enlace, pero apuesto doble contra sencillo a que recuerdo y no invento-,
el portacoz científico del consejo de ninistross diría que bueno,
que vale, que ya se vería dentro de un tiempo, que si patatín y que si patatán.
Finalmente, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, avanzó que
su consejo de gobierno plantearía de forma inminente abordar la
supresión de la obligatoriedad de llevar mascarilla en espacios abiertos, pretendiendo
que cristalice antes de que acabe el mes de Junio.
Mientras, el desgobierno
socialcomunista se dedica a cosas que de verdad importan, como subir el recibo
de la luz a todos y cada uno de los españoles, incluidos los cortos de mente
que les votaron.
Por ello, y por mucho más…
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