La derecha tiene, en España, dos graves problemas. O tenía, porque desde que Vox ha hecho acto de presencia en la escena política al menos hay un partido en esa parte del espectro político que no se muerde la lengua.
El primero de los problemas es
que no sabe venderse; sobre eso no voy a entrar. El segundo es que se encuentra
apabullada por la izquierda, con miedo del qué dirán, cuando si hay una
parte del abanico ideológico que debe avergonzarse de su pasado y de su
presente es precisamente la izquierda.
Por eso, un tipo con un par de huevos, a la pregunta del Financial Times sobre si considera a Vox un partido democrático, había contestado sí, sin duda alguna. Pablo Casado, Dios sabe por qué, evitó responder a la pregunta.
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