En la mentalidad colectiva, tan dominada por la izquierda, los racistas, los xenófobos, los que odian al diferente, son de derechas. No ya de extrema derecha, que eso sería lo peor de lo peor, sino simplemente de derechas.
Se apoyan para ello, supongo, en
lo sucedido hace cosa de nueve décadas, cuando un pintor austriaco fracasado,
resentido y psicópata, se hizo con el poder en Alemania y emprendió una campaña
de exterminio sistemático y a escala industrial contra los que él consideraba
como menos que humanos: los judíos, los gitanos, los homosexuales, los deficientes
mentales. Ese pintor era Adolfo Hitler, y el régimen que lideró suele apocoparse
como nazi. Pero nazi quiere decir nacionalsocialista; es decir,
que como el fascismo, es un movimiento político que nace en la izquierda. Y ha
sido la izquierda -o los regímenes que dicen ser tales- los que han causado las
mayores genocidios durante el siglo pasado y lo que llevamos de este (tdos, si
excluimos el genocidio armenio perpetrado por los turcos): en la Unión
Soviética, en China, en Cuba, en Corea del Norte, en Camboya… en términos absolutos
y relativos, la izquierda es mucho más genocida que la derecha.
Y en el caso del conflicto entre israelíes
y árabes -porque hay israelíes que no son judíos, y árabes que no son
musulmanes, aunque relativamente pocos en ambos casos, supongo-, la izquierda mundial
se coloca casi unánimemente del lado de los que quieren borrar a un país y a
una raza de la faz de la Tierra. Pero ocurre que esa raza ha aprendido, se ha
hecho fuerte y se ha dotado de un arsenal suficiente -nuclear, incluso- como
para, llegado el caso, no agachar la cabeza nunca más y morir matando.
Y por eso, una política española libre de complejos, la presidente de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, recibe sin problemas en la sede de la presidencia del consejo de gobierno a la embajadora israelí, y muestra su apoyo al país de la estrella de David en pleno conflicto con los terroristas de Hamás.
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