Que el psicópata de la Moncloa sabía que los indultos no iban a servir de nada debería ser algo evidente: nadie es tan estúpido, ni siquiera él.
Lo que quizá no se imaginaba era
que iba a quedar en evidencia incluso antes de aprobarlos. Porque hace una
semana, el bleferóptico con sobrepeso ya le ponía en evidencia, al asegurar que
el indulto demostraba las debilidades del Estado.
Y tiene razón, porque un Estado fuerte no permite estas veleidades secesionistas, las corta de raíz. Y no permite que los responsables de un golpe de Estado salgan por piernas, sino que los pone a buen recaudo, entre rejas y a la sombra, para que no puedan bramar contra los indultos al quedar fuera de los mismos.
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