A lo largo de la pandemia de la Covid-19, las decisiones del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer nunca han estado fundamentadas en criterios científicos o económicos, ni se han tomado pensando en el bien común.
Muy al contrario, su actuación
siempre ha estado presidida por el oportunismo político y el egoísmo personal. Esto,
unido a una falta de escrúpulos absoluta, a su completa ineptitud y a su
ausencia de empatía, han hecho que España encabece todos los rankings negativos
en todo aquello que tiene que ver con el virus chino.
Sólo la actuación decidida de
algunas comunidades autónomas -singularmente, la de Madrid- ha permitido paliar
lo que, de otro modo, habría sido un desastre total, completo y absoluto. Naturalmente,
el psicópata de la Moncloa no podía tolerar ser puesto de tal modo en
evidencia, por lo que pergeñó una campaña de mociones de censura que tenía como
objetivo último descabalgar a la que es actualmente su mayor rival en el campo
político.
La cosa no es que le saliera mal,
es que le salió putapénicamente: Díaz-Ayuso más que dobló resultados, Ñoñilondo
II quedó en tercera posición, el partido pomelo devino extraparlamentario…
Para colmo, se acabó el ilegal e ilegítimo estado de alarma, con lo que la
responsabilidad pasaba -como no se ha cansado de repetir el primer ninistro
cuando las cosas iban mal dadas- a las comunidades autónomas.
Pero no para hacer lo que quieran,
a lo que parece, sino para hacer lo que el desgobierno quiere: cierre
perimetral, reuniones de cuatro personas, el interior de los bares cerrado y
sin ocio nocturno... pero, eso sí, el aeropuerto de la capital, abierto". Al
menos, la comunidad ya ha anunciado que no piensa hacer ni refitolero caso.
Por ello, y por mucho más…
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