Albert Einstein dijo aquello de que sólo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana… y de lo del Universo tampoco estoy completamente seguro.
A pesar de ello, uno imagina a
veces que sí, que la estupidez humana debe tener algún límite. Son esos casos en
lo que se piensa, o incluso se dice el alta voz, que nadie puede ser tan
tonto, por más muestras que dé de una aparente idiocia.
En el último episodio de la
crisis con Marruecos -porque decir la última crisis supondría no
entender que las relaciones entre los dos países a ambos lados del estrecho de
Gibraltar nunca han sido lo que se dice buenas-, el moro gurrumino envió a cientos
de menores de edad a cruzar la valla entre Marruecos y España en la ciudad de Melilla.
¿La excusa? Que el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
había introducido de tapadillo en España al líder del Frente Polisario.
Al igual que nadie en el servicio
diplomático español parece tener dídimos suficientes para afirmar, sin miedos
ni complejos, que Gibraltar es español, tampoco parece tenerlos para decir que el
Sáhara Occidental no es Marruecos. Eso, dejando aparte que el transportado
parece ser una joyita culpable de torturas, abusos y una lista de crímenes más
larga que la de la compra en tiempos de pandemia.
Y así, mientras el tirano
alahuita manifiesta rota la confianza con España y compara el Sáhara con Cataluña, el
psicópata de la Moncloa sólo alcanza a balbucear que considera inaceptable
que Marruecos admita haber utilizado la inmigración contra España.
Todo vale, en el amor y en la guerra. Y estamos en guerra con la morisma desde hace casi milenio y medio… y lo que queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario