Ante el dictamen del Tribunal Supremo considerando improcedente la tramitación de los indultos a los golpistas catalanes, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer cumplió su máxima de no criticar las resoluciones judiciales.
Eso sí, lo de criticar al órgano judicial que las emitió… bueno, eso es otra cosa. Demostrando dónde les escuece,
afirmó que el alto tribunal había dado la razón al Chepas y a los
independentistas, afirmó que había dejado de ser respetable por un
trabajo político.
Por otra parte, algunos líderes
regionales socialista alzaron la voz -tampoco demasiado, no vayamos a hacernos
ilusiones de que tienen algo parecido a la decencia- y afirmaron que, para los
indultos, con ellos que no contaran. Probablemente, el ataque de dignidad les
dure hasta que sean llamados a capítulo, o hasta que tengan que votar alguna
resolución interna del partido, o hasta que su puesto dependa de una decisión
del psicópata de la Moncloa. Mientras éste siga empuñando las riendas del
partido, les tendrá enlazados por los dídimos. Y si te aprietan ahí, duele. Vaya
que si duele.
Mientras, en Vox anuncian una querella contra el desgobierno socialcomunista si finalmente aprueban los
indultos: primero, en vía contencioso administrativa, por desviación de poder; después,
en vía penal, por un delito de prevaricación al (como dicen redundantemente) autoindultarse
a sí mismos.
Y para remate, llegó Rodríguez y
abroncó a González por no apoyar a Sánchez. Según él, uno debe apoyar al
gobierno del partido al que pertenece (es lógico que a alguien sin conciencia
no se le dé una higa escuchar a tu conciencia a la hora de tomar una decisión).
Según él, también, todos los que somos españoles de bien están a favor
del indulto.
Españoles de bien, dice, el hijo de mil padres…
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