Si eliges a los candidatos para un puesto político en función del tirón que puedan tener entre la gente, en lugar de atender a su capacidad de gestión o a su talento dialéctico, luego pasa lo que pasa.
Y lo que pasa es que esos
candidatos caen en el ridículo más absoluto y, de rebote, cae también el que
los eligió, aunque nadie parezca acordarse del responsable de la elección. Tengo
que reconocer que yo tampoco caí cuando apareció la noticia que comento en esta
entrada, hace ahora cuatro semanas. De hecho, la idea me ha surgido cuando he
empezado a escribir este segundo párrafo.
A José Hernández, Pepu,
entrenador de baloncesto de éxito, seleccionador nacional, persona básicamente
decente en mi opinión -aunque creo recordar que alguna cosilla salió sobre una
estratagema, por lo demás perfectamente legal, para pagar menos impuestos-, el
puesto de candidato a la alcaldía de Madrid le venía, no grande, sino enorme. Digamos
tamaño Marc Gasol antes de que se pusiera a dieta, para entendernos y seguir en
el ámbito de la canasta.
El puesto de alcalde también
estaba por encima de sus talentos. Incluso el de líder de la oposición en el
Ayuntamiento de Madrid, y más con un primer edil como Almeida, con cierta
facilidad de palabra e ingenio probado.
Hace un mes, el grupo municipal
de los de la mano y el capullo votó a favor de dar la medalla de Madrid a
Andrés Trapiello, aunque manifestando que cuestionaban que se pudiera premiar
el revisionismo de la Historia que Trapiello representaría. Preguntado sobre
el tema, el señor Hernández dijo vaguedades, como que no compartían alguna de
sus opiniones, o que no estaban profundamente de acuerdo (por lo visto,
hay distintas cotas de acuerdo, al menos desde la óptica de los socialistas). Eso
sí, cuando le preguntaron en qué es exactamente revisionista Trapiello,
Hernández sólo pudo balbucear que no sabía en qué punto exactamente estaban en desacuerdo (supongo que es la versión 2.0 del de qué se discute, que me
opongo), y que para ellos revisionismo es que algo que estaba
perfectamente aceptado ahora ya no lo está.
Para colmo, un par de días
después, el ninistro de Incultura (que, a pesar de mi chiste, es de
suponer que algo sabrá del tema… aunque sea filósofo del Derecho), les llevaba
la contraria a todos los concejales socialistas de la Villa y Corte, al decir
que Trapiello no es revisionista en absoluto.
En realidad, sí que lo es, si
atendemos a lo que ellos entienden por revisionista (esto es, aquél que
cuestiona la verdad oficial de la izquierda). Pero es muy divertido ver cómo se
llevan la contraria unos a otros…
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