Hace unos días, un organito que el psicópata de la Moncloa se sacó de la chistera para no tener que asumir responsabilidades -el consejo interterritorial de sanidad, o algo parecido- estableció una serie de medidas que, aunque no fueron tomadas por unanimidad (ni siquiera por consenso, sea eso lo que sea, tal y como exigen sus normas de funcionamiento), la ninistra de Mortandad pretendía que fueran de obligado cumplimiento.
Casi enseguida, una serie de
comunidades autónomas, con Madrid a la cabeza, dijeron que se pasaban esa
obligatoriedad por el epidídimo -las palabras fueron otras, pero me tomo esta
licencia en aras de un mayor impacto- y que no pensaban aplicar las medidas en
cuestión.
Y hace un par de días, la
Audiencia Nacional suspendió la orden ministerial del departamento de estaninistra
que imponía restricciones a Madrid, señalando que el interés público que
alega la Comunidad Autónoma está más necesitado de protección cautelar urgente.
Cosa lógica, porque el interés del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer es privado, particular y personalísimo.
Por ello, y por mucho más…
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