Calentitos calentitos los indultos (dada la afrenta que suponen para España, los españoles de bien y el ordenamiento jurídico en general, casi habría que denominarles insultos), toca hoy hablar de las recientes declaraciones del presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, de un expresidente de La Caja y de los obispos de la región.
Del segundo cabía esperarlo:
catalán al fin y al cabo, los sectores económicos de la región nunca han tenido
los redaños de enfrentarse (iba a poner directamente, a cara descubierta
o alguna otra expresión similar, pero he caído en que no se han enfrentado de
ninguna de las maneras) a los secesionistas catalanes.
El primero, en cambio, muestra
una inocencia de querubín -la alternativa es que nos tome a los que tenemos que
leerle por oligofrénicos profundos-, al decir que apoya los insultos,
usando esta frase para apuntalar su postura: si acaba en que las
cosas se normalizan, bienvenidos sean.
Cuando lo único que había salido
a la luz eran esas declaraciones, mi valoración se resumía en que el problema
es tal cosa que no va a ocurrir. Sin embargo, al día siguiente se supo que el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer había condecorado
al apoyante veinticuatro horas antes de manifestar su apoyo a la medida.
Cómo serán las cosas que el
condecorado ha reculado; y no una, sino dos veces. Primero ha declarado que
O no me expliqué bien o se me entendió mal, pero en ningún caso yo dije para nada que estaba apoyando los indultos
Para rematar la cosa, añadió que
la condecoración no tiene nada que ver (lo que puede que sea cierto, pero
malditas coincidencias cronológicas), rematando con un nadie nos ha comprado.
Podría hacer el chiste fácil de que el primer ministro del reino de España es,
efectivamente, un don Nadie, pero no voy a hacerlo, y me limitaré a citar el
viejo adagio latino: excusatio non petita, accusatio manifesta.
Como tampoco voy a hablar de la jerarquía católica en la región y su bendición de los indultos a los golpistas. Bastante hablan sus hechos por ellos.
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