Este es uno de esos libros del que veo la película, me entero que se basa en un libro y que dicho libro está, además, editado en España, y me pongo a buscarlo hasta que lo consigo, aunque me lleve tiempo porque está agotado en todas partes. El caso más parecido sería Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
Este volumen consta de tres relatos
(por Dios, qué desastre la necrológica de Jim Harrison en El Mundo… el
que la escribió no se había mirado ni las tapas del libro), distintos pero con
puntos en común. Entre ellos, una cierta tendencia a la narración en detrimento
del diálogo. Eso no lo hace más difícil de leer, porque Harrison escribe lo
bastante bien -hablo, naturalmente, de la versión traducida, que es como suelo
leer- como para atrapar al lector; a este lector, al menos.
Pasando a las historias, la
primera es la base de la película homónima, aunque no caí en ello -a pesar de
la coincidencia en el título- hasta más o menos la mitad del relato, cuando
pensé a mí esta historia me suena… y eso que no he visto la película. La
segunda es la más rara de las tres, en el sentido de que narra cosas normales
(más o menos) que le pasan a una persona normal, demás de que su desarrollo
y final es relativamente feliz (u optimista). Y la tercera es la que da
título al volumen y en la que se basa la película homónima (en inglés, porque el
que puso el título en español debió pensar que eso de otoño quedaba muy
soso -aunque me gusta el doble sentido que tiene fall en inglés, ya que
además de otoño, que normalmente es autumn, significa caída, doble
sentido que supongo buscado por Harrison), película que nunca he visto
comenzar: es una historia tan bien contada -según el propio Harrison, cuando la revisó tras escribirla sólo tuvo que cambiar una palabra- que en apenas cien páginas narra una trama que podría ser varias veces más larga sin que resultara artificialmente estirada... o eso pienso.
Para finalizar, en alguna parte
-¿quizá el artículo de El Mundo al que me referí antes?- comparan a Harrison
con Hemingway. Sin conocer mucho del primero, me parece un elogio desmesurado…
para Hemingway, un impresentable de marca mayor, por lo que sé.
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