Los viejos comunistas -los viejos paleocom- eran gente orgullosa (que no soberbia: de eso, los neocom van sobrados), con amor propio. Defendían una ideología criminal y ruinosa, pero lo hacían, en general, de un modo honesto y sincero. No tenían, con frecuencia, una formación académica de lo más granado, pero eran capaces de defender sus postulados con elocuencia.
Nada en común, por lo tanto, con
los neocom. Por ello, tuvo que sentarles a cuerno quemado la rendición
con armas y bagajes que Alberto Garzón efectuó postrándose de hinojos ante el chepas.
Pero como los comunistas son gente disciplinada, acostumbrada a oír, ver y
callar (en lo que se refiere al partido, claro), tragaron. Hasta ahora, en que
la sección madrileña de los viejos paleocom se rebela contra el
comunista-que-se-va-de-luna-de-miel-a-Nueva-Zelanda-mira-tú-qué-proletario-que-soy,
molestos por su sumisión al marqués de Villa Tinaja.
Cómo estarán las cosas, que hasta
yo digo algo bueno de los comunistas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario