El grado de fanatismo y radicalización que muestran los dirigentes golpistas catalanes puede deberse a una pluralidad de circunstancias. La primera, poco probable (nadie es tan estúpido… bueno, sí, los que les votan), que se crean sus propias soflamas. La segunda, que tengan miedo a que la jauría que ellos mismos han azuzado les destroce como flaqueen en lo más mínimo. Y la tercera, relacionada con la anterior, que cualquiera que no demuestre ser más independentista que el vecino corre el riesgo de perder parcelas de poder.
Todo esto, unido al odio que se
profesan los unos a los otros, es lo que explicaría que entre los jotaporcatos
se haya desatado una caza de brujas, en medio de la cual se ha exigido el cese de Jorge Sánchez (apellido catalán donde los haya), uno (creo) de los presos del proceso.
¿Su pecado? Haber relativizado el uno de Octubre. No, no la exaltación de Francisco Franco Bahamonde como Jefe del Estado, sino el butifarrendum II.
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