Buscando de nuevo demostrar quiénes tienen la sartén por el mango, los golpistas catalanes unen la desfachatez al insulto, y pretenden sentar al bleferóptico con sobrepeso como interlocutor del psicópata de la Moncloa en la mesa de negociación del separatismo.
Llamar negociación a lo
que no es más que un chalaneo (y eso teniendo en cuenta que, para los
golpistas, lo suyo es suyo y lo de los demás ya se discutirá), o una rendición,
muestra hasta qué punto está corrompido el lenguaje político en España.
En cualquier otro país, los golpistas seguirían en la cárcel. Y los que negocian con ellos irían a hacerles compañía.
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