El deporte en general, y el fútbol en particular, hace mucho que dejó de ser sólo eso, deporte, y ha pasado a convertirse en un negocio donde todos los implicados -salvo los aficionados- buscan ganar, sí… pero dinero; cuanto, más mejor.
Fruto de ello son unos
calendarios ultrasaturados: competiciones nacionales -y varias, además,
celebrándose simultáneamente- e internacionales, a nivel de clubes; y
campeonatos continentales o mundiales a nivel de selecciones. Como
consecuencia, los jugadores juegan cada tres días, de media; y aunque los
cuidados físicos han avanzado enormemente, el cuerpo humano y su resistencia
tienen límites.
Algo de lo que no parecen darse
cuenta las organizaciones que establecen los campeonatos: hace un mes saltó la
noticia de que la FIFA estaba estudiando celebrar el campeonato del mundo de fútbol cada dos años (en lugar de los cuatro actuales).
Éstos no se han leído la fábula de la gallina de los huevos de oro…
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