Cualquier fan del universo Star Wars sabe el problema que para los puristas supuso la compra del mismo por parte de Disney: de golpe y porrazo, decidieron prescindir del Universo Expandido y contar nuevas historias en un nuevo entorno: después de la batalla de Endor, las cosas divergían totalmente… y antes de la misma, había cosas que también eran distintas (la construcción de la Estrella de la Muerte, por ejemplo), aunque con un poco de esfuerzo y otro poco de lo que podríamos llamar suspensión de la incredulidad se podía llegar a admitir que ambas convivieran.
Así pues, dejando aparte el pasado
remoto, hay aproximadamente dos tercios de siglo -de la juventud de Qui-gon
Jinn a la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte- en las que los
hechos, más o menos, coinciden. Sin embargo, la plétora de personajes es tan
grande -por no hablar de los que se pueden seguir creando- que siempre hay
espacios en los que contar algo nuevo.
Es el caso de esta novela. A pesar
de ser reciente -tiene apenas un par de años-, se remonta a la adolescencia de
Obi-wan Kenobi, cuando era todavía un padawan. Es más, gira alrededor del
tantas veces referenciado (o eso creo recordar) pero nunca contado episodio del
ofrecimiento a Qui-gon para formar parte del Consejo Jedi.
Centrándonos en la trama, ésta tiene
elementos ya vistos en otras ocasiones: una malvada corporación empresarial (Czerka),
una joven princesa (Fanry) en un planeta (Pijal) controlado por la corporación,
bribones de buen corazón (Pax y Rahara), jedis de todos los colores (Rael
Averross, Dooku), Yoda (¡cómo no, si vivió novecientos años!) y el encuentro
entre dos formas de ver las cosas -la del maestro y la de su padawan- que, al
final, no son tan diferentes.
Todo ello aderezado con una
cierta intriga que, llevada con buen tino por la autora, depara alguna que otra
sorpresa, al menos al que suscribe. En resumen, una sorpresa agradable.
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