Siguiendo con el fanatismo de la izquierda, hoy toca hablar de la polémica transexual. Ya no es sólo que se desnaturalicen las competiciones deportivas -que eso es lo de menos, en un orden de magnitudes racional-, sino que es una orientación, por así decirlo, contra natura.
Por mucho que se empeñen los
apologetas del antibinarismo (me acabo de sacar la palabra de la manga,
así que no sé si existe o no), la evolución -no voy a meter a Dios aquí, en
atención a algún posible lector no creyente- ha determinado que la reproducción
de los seres humanos es sexual, y que existen dos sexos (que no géneros), el
masculino y el femenino. Parafraseando a Hazte oír (y a Poli de guardería), los niños tienen pene y las niñas tienen vagina; a sensu
contrario, los que tienen pene son hombres y los que tienen vagina son
mujeres.
Eso, biológicamente hablando. Otra
cosa es lo que una persona -varón o mujer- pueda sentirse, porque la mente de
cada persona es un mundo. Pero de ahí a permitir que niños de doce años puedan elegir
su sexo con autorización judicial media un abismo. Cómo será la cosa que hasta colectivos
transexuales se han pronunciado contra el engendro legislativo de la calientacamas,
afirmando que les avergüenza.
No han llegado al extremo de hablar de mutantes, como una que yo me sé, pero todo se andará…
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