Cuando, hace años (más de once, seguro) me regalaron por mi cumpleaños la trilogía original de Millennium, recuerdo que me enganchó de tal manera que retomé una costumbre que había perdido: la de leer en la cama. El resultado fue que me ventilé los tres libros en trece días (sí, tengo memoria para esas cosas…).
También me gustó la adaptación entre
cinematográfica y televisiva con Noomi Rapace encarnando a Lisbeth Salander. De
hecho, la sueca de orígenes españoles es para mí la Lisbeth auténtica, y
las que han venido después son un quiero y no puedo.
Viene toda esta introducción a
que, terminado el sexto volumen de la serie, para mí el verdadero Millennium
es el de Stieg Larsson, mientras que el de Lagercrantz (el escribidor de
la autobiografía de Zlatan Ibrahimovic) es un quiero y no puedo, una
imitación pergeñada por alguien con cierto talento para escribir pero que no
llega al nivel de Larsson, o de quien quiera que escribiera los tres primeros
volúmenes, que esa es otra historia.
Dejándome de digresiones, diré
que este libro entretiene, se lee bien y ata todos los cabos que dejaron
sueltos los dos anteriores. La trama abusa, a mi parecer, de cierta
artificiosidad, ciertos giros demasiado rocambolescos y ciertas tramas un poco
forzadas o tópicas (como el papel de Rusia en todos los problemas que está
teniendo Occidente).
Al final, todo queda listo para
que el que venga detrás, si es que viene alguien, se encuentre un escenario
despejado. Aunque, eso sí, a ver como rescata a Lisbeth del lugar a
donde se ha marchado; o, por decirlo de otra forma, a ver cómo la devuelve a su
escenario vital habitual.
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