Cuando en la comisión de un delito parecen distintas la autoría material y la intelectual, y esta última no resulta de todo clara, suele plantearse el principio romano cui prodest, esto es, a quién beneficia.
Naturalmente, como señala el
correspondiente artículo de Wikipedia, no se trata de una regla infalible, pero
suele ser un buena orientación para seguir el camino correcto.
A contrario sensu, cuando alguien
pone trabas en una investigación, cabe preguntarse por qué lo hace. Y la
respuesta más inmediata sería porque, si dicha investigación llegara a buen
puerto y hasta sus últimas consecuencias, el trabador resultaría
perjudicado, como poco.
Así pues, si la Organización Mundial
de la Salud pide a la China comunista que audite sus laboratorios para
investigar el origen de la Covid-19, y los jerarcas de Pekín se niegan, basta
con sumar dos y dos: el resultado será cuatro, en números árabes o en
ideogramas chinos.
Por ello, y por mucho más…
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