Los golpistas catalanes están tan envalentonados, tan venidos para arriba, que ya ni se molestan en guardar las formas, y se comportan como los chulos prepotentes que siempre han sido.
Así, mientras el psicópata de la Moncloa les implora que cumplan la Constitución -lo cual sería una novedad, puesto que llevan pasándosela por el escroto prácticamente desde su promulgación-, ierreceos y jotaporcatos le aprietan sobre sus siguientes pasos y el mamarracho cuyo apellido le describe a la perfección pone el dedo en la llaga al preguntar si es valentía o necesidad la rectificación de Sánchez sobre los indultos (ya veremos, cuando toque, que en realidad no ha rectificado nada, o muy poco), y reclama más pasos.
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