Cuando durante las primeras olas de la pandemia en Madrid pintaban bastos, por parte de otras regiones -especialmente de aquellas en las que no gobernaba el PP- se lanzaron toda suerte de críticas contra la comunidad en general y contra su consejo de gobierno en particular (o, más singularmente, contra su presidenta).
Ninguno de los críticos pareció
tener en cuenta que Madrid es la tercera comunidad más poblada de España, y la
que tiene la mayor densidad de población. Ninguno tuvo en cuenta que el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer estaba decidido,
literalmente, a hacer la puñeta al consejo de gobierno y a su presidenta,
aunque fuera sobre las espaldas y a costa de las vidas de los madrileños.
Les dio igual. Madrid era un
peligro, Madrid iba a ser una bomba vírica, todo lo que se hacía en
Madrid estaba mal, la oposición a los dislates del consejo de ninistros
era por motivos puramente ideológicos, y si las cosas iban bien en Madrid era
por casualidad, no por causalidad.
Pero hete aquí que cambian las
tornas, y que regiones que antes tenían un ratio favorable ahora lo tienen
desfavorable. ¿Qué hacen sus dirigentes, aquellos que no hace tanto ponían como
hoja de perejil al rompeolas de las Españas? ¿Son acaso humildes, reconocen que
se equivocaron, aceptan las críticas con mansedumbre y resignación? ¡Quiá! Piden
que no se estigmatice a su región, después de que ellos crucificaran a Madrid.
Por ello, y por mucho más…
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