Los comunistas son comparables a los peores fanáticos religiosos que haya dado la Historia de la humanidad. Tan convencidos están de la verdad de sus postulados, de lo correcto de sus ideas y de lo acertado de las soluciones que proponen aplicar, que perseverarán en ello aunque todo -de la realidad a los destinatarios de sus presuntamente salvíficas recetas- se conjure en su contra.
Es el caso de los contratos
temporales. Indudablemente, son peores -para los trabajadores- que un contrato
indefinido. Los autoproclamados defensores de los trabajadores han lanzado un
anatema contra ellos, y los combaten sin caer en la cuenta de que hay una
alternativa todavía peor, que es estar en el paro.
Da lo mismo que de constructores
a agricultores, pasando por comerciantes y hosteleros, todo sea un clamor
contra la guerra al contrato temporal que Yoli Begoño II Diaz ha declarado.
Está decidida a salvarlos, aunque no quieran ser salvados.
Y aunque esa salvación suponga, como siempre que los comunistas meten la zarpa, un infierno.
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