Si ayer comentaba la noticia de que miles y miles de jóvenes se reunían en un festival en Barcelona, sin guardar la llamada distancia social y sin llevar mascarilla, el que la siguiente noticia sea que la región se encuentra en riesgo extremo y que los contagios por coronavirus se disparan hasta alcanzar los ocho mil al día resulta cualquier cosa menos sorprendente.
Si uno hace el gilipollas, lo
habitual es que le ocurra una desgracia, salvo que tenga suerte. Pero cuando
son decenas de miles los que cometen una imprudencia -por no decir una
estupidez-, la probabilidad de que el desastre tenga lugar se multiplica.
Y dado que las cosas se hicieron mal, se hacen mal y, probablemente, se harán mal, por ello, y por mucho más…
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