El PSOE, desde que yo recuerde, siempre ha sido una máquina de alcanzar y detentar el poder: que hay que abjurar del marxismo, se abjura; que de antiyanqui ha de pasarse a proatlantista, se pasa; que hay que negociar con los terroristas, emplear la guerra sucia contra ellos y volver a negociar, se negocia, se emplea y se vuelve; que hay que aprovechar el hundimiento de un petrolero o el mayor atentado terrorista de la historia de España, se aprovechan; que hay que aliarse con los enemigos interiores de España, se alía. Todo, con tal de tener el poder bien asido.
Sin embargo, en el último lustro,
y no por casualidad, el partido de la mano y el capullo se ha convertido en una
máquina de mantener en el poder a una sola persona: el psicópata de la Moncloa.
A su servicio se dice una cosa y la contraria hasta extremos sonrojantes, incluso
para un socialista; se rechaza el pacto con un partido constitucionalista y se
abrazan las alianzas con antisistema, golpistas y terroristas; se utilizan de
un modo obsceno los medios públicos, del CIS a Radio Televisión Española; se regala
el dinero a manos llenas a dictaduras criminales mientras la deuda pública
crece exponencialmente… ¿para qué seguir?
Así pues, cuando la noticia es
que Sin Vocales no hará una crisis de Gobierno hasta Septiembre,
como adelanto de una sangría en el PSOE, las conclusiones inmediatas son dos:
que los movimientos no se harán en el momento más conveniente para España, ni
para el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer o
incluso para el partido que lo sostiene, sino para el psicópata que lo dirige;
y que el partido, tras el erial en que lo convirtió el Zircunflejo, va camino
de ser un vacío absoluto, en lo intelectual y en lo ético.
Que antes tampoco es que fuera para tirar cohetes, vamos…
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