Recuerdo cuando era pequeño -qué cosa tan terrible (aunque, como suele decirse, la alternativa es mucho peor) es decir eso de ser pequeño- no entendía demasiado bien a qué venía eso del orgullo gay, y eso que entonces era una sola letra.
Con el tiempo se fueron añadiendo
letras -tantas, y eso que no están todas las identidades sexuales- que
pergeñé el pseudoacrónimo NoCHe para englobarlas a todas sin temor a dejarme
ninguna fuera, se inventen las que se inventen. También supe de la
humillación / marginación / discriminación / persecución a la que han estado
sometidos aquellos cuya sexualidad se sale de la norma (aunque habrá quien venga a decirme que no existe tal norma, que todo es admisible… pero se me
entiende).
Conozco a unos cuantos
homosexuales. Son personas perfectamente normales, que no parecen inclinados a
vestirse de mamarrachos, atacar a la Iglesia católica (pero no a los
musulmanes, mucho más homófobos que los católicos) y, en general, dar un
espectáculo repugnante, que es en lo que parece haber degenerado (y empleo el
verbo con toda la -mala- intención del mundo) lo que comenzó, colijo, como una
jornada reivindicativa y de auto afirmación.
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