Al empezar a escribir esta entrada me ha dado por pensar si, cuando contrajo matrimonio con el psicópata de la Moncloa, Begoño se creyó las palabras del que sería su marido a partir de entonces.
Porque si el matrimonio se
celebrara hoy, muy estúpida -ojo, no digo que no lo sea…- debería ser para
aceptar la palabra de aquel a quien nadie, ni propio ni extraño, concede la
menor credibilidad. No ya los adversarios políticos -para él, enemigos-, sino
hasta los aliados coyunturales, y cómplices en el proyecto de desmantelar
España, piensan que la palabra de Sin vocales tiene menos sustancia que
el aire que emplea para pronunciarla.
Y, así, los ierreceos dan por sentado, como ya proclamó en sede parlamentaria el charnego de apellido descriptivo, que habrá un butifarrendum III a pesar de la negativa, también en sede parlamentaria, del yerno del dueño de saunas homosexuales.
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