Los golpistas catalanes son tan fanáticos como puedan serlo los integristas de religiones monoteístas en países donde abunda la arena y hace calor.
Para unos y otros, los que
profesan una creencia distinta son enemigos que deben ser borrados, ya sea
física o políticamente. Pero es que ninguno de los dos grupos tolera tampoco a
los tibios, a aquellos que no están en contra pero tampoco a favor, y que lo
único que persiguen es que les dejen vivir en paz, mientras ellos dejan vivir
en paz a los demás.
Pero, como digo, eso no les basta
a los fanáticos: si no estás con ellos, estás automáticamente en contra. Y si
no te sometes al separatismo, serás fulminado, aunque seas el secretario
general de la asamblea legislativa regional.
O especialmente si lo eres.
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